“Llueve, y yo te extraño como no te puedo extrañar. Como algo que se muere, como una flor seca en un libro que agarro del estante y al abrirlo cae de una página cualquiera, sin tierra, sin raíz, sin pasto, sin origen; como buscar desesperadamente la pagina, rastrearla con desesperanza; la flor yaciendo en el piso olvidada y después acordarse porque ,claro, la desesperanza, y agarrar la flor seca y volver a dormirla en la página.
No sé si es peor la lluvia, o yo te extraño, o como no te puedo extrañar. Quizás lluvia y te extraño y no te puedo se conjugan, se formulan, se resuelven, se resultan; uno sin el otro quizás pierdan sustancia, pierdan peor y por ende razón, tan necesaria porque por ejemplo, la lluvia sin extrañarte sería mejor que esta tan insistente en garuar ausencia; o yo te extraño sin la lluvia sería una luna que no me sirve. Y si te pudiera extrañar, hacerlo mientras la lluvia sería grato al lado de lo peor que puede ser la lluvia, que te extrañe o que no pueda hacerlo.”
(Pero cómo te gustan las cursilerías, che. Además de algunas violaciones a derechos de autor, sh)
De manera que ayer me vino el sueño después de pensar en esa fórmula casi absoluta (como si el casi no anulara el absoluto y viceversa, como si ese solo hecho no bastara para que dude seriamente de la existencia de fórmulas en estos mis planteos) y hoy, más despierta, más avispada (si, pinchazos, aguijones de realidad con insomnio y para colmo con escasez de cigarrillos) estaba en extrañarte como no te puedo extrañar y de repente la lluvia, así, de modo automáticamente inoportuno, irónicamente matemático en estos mis planteos.
Entonces, o me quedo parada frente a la ventana con la cortina apretada en mi mano, prolongando la perplejidad por unos instantes, de esos que abundan en imágenes que traspasan las leyes de la cinética y del tiempo que requiere ordenar tanto embrollo de la mejor forma o, para no aceptarlo como un sinsentido, como lo mas inútil y perecedero que me puede estar pasando, largo la cortina y me vengo a mirar el papel entre conmovida y divertida. Me divierten las cosas que vienen a exaltar estados de ánimo, a profundizarlos; en realidad me divierte encontrarlas, dedicarme a darles mucha importancia a ellas pero sobre todo al estado de ánimo en cuestión. Hoy fue todo perfecto, un día lluvioso para un humor atormentado. Mis tormentas y mis soles tienen la mayoría de las veces más autoridad que el servicio meteorológico y puedo considerarme a veces toda una alquimista. Que ayer me haya planteado qué era peor, hoy me divierte, y si a eso le sumamos que me ponga a escribir después de poner el jazz de fondo, ¿qué más puedo hacer que sonreír y sentirme afortunada?
Contestar que nada es una doble obviedad. Si vamos a estar tristes que sea comodiosmanda, todo a tono y combinado, según esa moda que nunca pasa de moda; si vamos a estar tristes es porque ya no podemos hacer nada, más que sonreír y sentirnos afortunados de que en cada lágrima, cada gota en la ventana, cada acorde rompe alma, podemos reivindicar la tristeza, hacerla hermosa, vi-vir-la, porque aunque no sea la primera, nunca se sabe si será la última.